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Camino de Imperfección

Cuando King Kong viene

Creo que él habla de su síndrome de abstinencia.
Ese fragmento de la partitura me transporta.
Veo a mi King Kong llegar.
Aquí soy yo la pequeña David
saltando con rabia sobre el pulgar del pie de Goliat,
ese coloso que me acecha.
Le grito desaforada.
Lloro bajo el agua de la ducha.
Lloro bajo la mano desesperadamente ágil bajo la sábana.
Sé que no es plato de gusto que te follen con saña,
aunque no sea por ti.
¡Pero es que ella se está acercando!
Una cascada de tristeza se esconde tras mi dentadura,
o, en mi viejo clinex, envuelvo el pensamiento más certero.
Oculto mi solicitud de auxilio bajo el billete
que deposito abiertamente sobre tu mano.
En el prostíbulo de mi mente, hace tiempo que empecé
a matar las vacas sagradas.
Es igual. ¡Aléjate gigante simio maldito!
¡Atrás! No te lo pondré fácil.
Aunque finalmente me engullas,
voy a resistirme. Te pelearé.
No, oh, no.
Déjame.
Muere.
No.

10 comentarios

Hermione -

(¡Y con patatitas...!)

Hermione -

Of corse, dear. Descabezado, y al horno vuelta y vuelta...

puagh -

Qué alegría volver a verte, Hermione. Lástima que sea en mitad de una lucha tan desaforada.

¿Le arrancaste la cabeza al bicho?

Hermione -

Dejaré la respuesta en la cámara de los ecos: sin voz; después, cura de silencio y desapareció de momento (pero hay que mantener la vigilancia...)

Luis Muiño -

¿Y cómo acabó el combate?. Seguro que ganaste, pero nos tienes en ascuas...¿te has quedado sin voz de tanto gritarle al monstruo?
Háblanos, mujer, háblanos...

Hermione -

¡Rehola Tau! :)
Eso es bueno. Me encanta que la gente sea capaz de encontrar más de un sentido a la misma cosa.

Tautina -

Te encontré!! Qué trabajo me cuesta cuando me despisto...
En cuanto al texto, mi imaginación y yo andamos aquí medio locas dándole distintos sentidos. Es perturbador.
Saludos veraniegos.

Hermione -

¡No. Si por eso...!

Ana* -

Pues menos mal que has avisado, guapa. Qué triste.

Hermione -

Que nadie se alarme.
Es que empatizo muy fácilmente con lo que creo entender de otros.
Sin ir más lejos, ayer buscaba algo en un bazar chino, y la dependienta, tras el mostrador, se volvía hacia mí como invitándome a la conversación que mantenía en cantonés, por ejemplo, con su compatriota. ¡A mí, que tengo los ojos grandes y almendrados...!