En la foto en blanco y negro, posa un grupo de mujeres ante la fachada o en algún patio interior de alguna antigua mansión. Por detrás, asoman las frondosas ramas de algún árbol. Yo situaría la imagen en los pasados años 20-30, pero no lo puedo asegurar.
Van uniformadas con unos vestidos largos hasta los pies, unos enormes delantales y manguitos oscuros y unos singulares gorritos abombados de tela fruncida rematados con un pomposo lazo negro contrastando su tono. Dos de ellas permanecen levantadas y dos sentadas. Algunas son niñas.
Entre ellas, situada en el centro, sobresale otra mujer más alta y adulta. El vestido de su uniforme es oscuro, al contrario que el de sus subordinadas, y va cubierto con un delantal luminoso. Su tocado es una especie de cucurucho invertido sobre su pelo.
Ninguna sonríe y el gesto de sus manos es humilde, un entrelazado domesticado de ambas manos. Se observa incluso, el brazo desmayado de una de ellas, que observa con mirada temerosa y sumisa a su superior.
Ellas son las Sirvientas.
Recuerdo que algún día conseguí ver algunos fragmentos de aquella serie Raíces1 desde debajo de la mesa del comedor. (Tenía por lo menos 1 rombo posición intermedia en la clasificación de la censura en la televisión de los 70, en España-).
Sé que, más tarde a los años en que se desarrollaba esa serie, los Señores eran benevolentes con el servicio, pero eso sí, guardando las distancias y sabiendo, cada cual, dónde estaba su sitio.
Una vez, en casa de una amiga, escuché la detallada biografía de otra joven. Hablaban con familiaridad de ella, sus objetivos, sus preocupaciones, desatinos, ridículos razonamientos
sus intimidades. Ella era su chica.
Entré en la casa durante varios meses llena de bolsas rebosantes de aprovisionamiento. Lo guardaba y adecuaba mi atuendo para las tareas del resto de mis siete horas, cocinar, limpiar, acompañar
A la mesa, se interesaba por mis estudios, mis familiares, mi novio
Opinaba y aconsejaba, admiraba y condenaba, se alegraba y se ensombrecía
Y preguntaba, siempre Como en Casa, hablando fuerte y claro, con decisión, hasta el fondo de mi intimidad porque, en relaciones así, se tiene todo el derecho. Yo era su chica.
Y, de mi entorno, esperaba especialistas para atender las chapucillas que pudieran ir surgiendo en su vida diaria: esa lámpara cortocircuitada, ese grifo que gotea
Las gentes así, el populacho, ambiciona cada vez más, y siempre están disponibles y dispuestos a todo.
Observar estas cosas me ha hecho pensar en el sentimiento de propiedad, de derecho que existe sobre las personas, sean empleadas de otras, sean sus criadas, sean sus hijos, maridos
y cómo se empieza entonces a regalar, vender y reclamar con exigencia la intimidad, el tiempo, y las obras ajenas, como si de las nuestras se tratara.
Hermione
1. Título original Roots. Basada en la novela de Alex Haley. Trata la historia de un joven negro hecho prisionero en África, trasladado y vendido como esclavo en América.